(Mateo 20:25-27; Juan 13:34-35)
La historia universal nos presenta a grandes conquistadores que en determinadas épocas y lugares conformaron temibles ejércitos con los cuales derrotaron enormes pueblos, se apoderaron de sus territorios y riquezas y los hicieron sus esclavos. Algunos de ellos fueron:
Alejandro Magno, rey de Macedonia desde el 336 a. C. hasta su muerte a la edad de 33 años. Su maestro personal fue Aristóteles. Derrotó a los persas y en sólo 13 años hizo de Grecia el mayor imperio de su época. Inauguró el periodo helenístico.
Julio César, el más célebre de los conquistadores de Roma, el imperio que venció al griego y se convirtió en el más grande de la humanidad. En guerra civil venció a Pompeyo y se hizo dictador. Fue asesinado en el 44 a C. y le sucedieron Marco Antonio y Octavio Augusto, quienes también se enfrentaron ganado el segundo y siendo proclamado Augusto César. Bajo su dominio nació Jesús en Belén de Judea.
Atila, el rey de los hunos, gobernó el mayor imperio europeo de su época, desde el año 434 hasta su muerte. Derrotó al imperio romano occidental y sitió al oriental. Fue el papa León I quien lo convenció en privado de devolverse y no tomar Roma.
Napoleón Bonaparte, considerado el más grande genio militar. Nació en 1769 y murió en 1821. Se proclamó emperador de Francia y rey de Italia. Se le recuerda como a un megalómano y tirano que provocó millones de muertos en Europa.
Adolfo Hitler, político alemán de origen austriaco quien en su locura de adueñarse de Europa desató la segunda guerra mundial. Con el título de “Führer” (caudillo) conquistó Austria, Checoslovaquia, Polonia, Holanda, Bélgica, Francia, Crimea, Noruega, Dinamarca, Grecia y Yugoslavia. También ordenó el holocausto asesinando a más de seis millones de judíos. Murió derrotado en 1945 en Alemania.
Se pudieran mencionar decenas de conquistadores a lo largo de la historia y todos tienen un denominador común: “querían vencer para ser más grandes, poderosos, ricos, tener mayores territorios y más personas a su servicio”.
Pero uno, sólo uno en toda la historia, siendo dueño del mundo entero, hizo algo diferente: “en lugar de venir a conquistar, vino a servir. Y lo hizo por amor”.
Ese personaje es Jesús y él nos ha encargado a sus seguidores no conquistar, sino amar y servir en su nombre. Él nos dio el ejemplo. Nadie quiere ser conquistado, eso tiene tristes connotaciones históricas, pero si anhela ser amado y servido.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.