El tema de la oración es… ¡Oh sí, sí, oh! La oración es importante porque… ¡Por favor que alguien conteste al teléfono que está sonando! Si es para mí, estoy ocupado.
Orar es entonces muy importante, porque… ¡la oración, oh sí, sí, la oración, sí Señor! Y cuando ores a Papá Dios debes tener presente que… ¡Por favor bájenle el volumen a ese televisor que lo está escuchando todo el vecindario! ¡Qué cosa que no me dejan concentrar en lo que quiero decir! Bueno, en fin, eso era todo lo que quería decir sobre la oración, espero se haya entendido… ¡sí, entendido, oh, la oración, bendito Dios!
Tal vez pienses que me he enloquecido, pues hasta ahora he escrito incoherencias sobre la oración. Y aunque he dicho muchas palabras aún no he expresado nada en concreto. Pero tranquilo, ya mismo organizo las ideas, sólo que empecé el escrito de esa forma a propósito, para demostrar cómo es que muchos de nosotros pretendemos dialogar con Papá Dios a través de la oración. Orar es hablar con Dios, como quien habla cara a cara con un amigo de confianza.
Pero imagínate lo que pasaría si al conversar con ese amigo le digo rezos, frases muy bonitas y elegantes que leí o escuché de los diálogos de otras personas pero que nada tienen que ver con nosotros y nuestras vidas diarias. O que tal que tome unas pocas palabras y empiece a repetirlas y repetirlas como disco rayado. O que sólo le diga retazos de varias ideas que quiero expresar pero que sólo las comunico en parte y mezclándolas unas con otras.
Por supuesto que eso no sería un diálogo, sino un material para que un siquiatra se entretenga un buen rato. Al escribir este devocional estoy consciente de que sostengo un diálogo contigo, que eres el lector, a través de la palabra escrita.
Y si quiero ser entendido por ti entonces debo ser creativo, ordenado y coherente en lo que quiero expresar. Cuando tú hablas con tus amigos también llevas un orden en la expresión de tus pensamientos y emociones y te esfuerzas por encontrar las palabras adecuadas que comuniquen lo que deseas.
Entonces, si vamos a hablar con Dios en la oración, tengamos un diálogo coherente, inteligente, mirémosle a la cara, es decir, concentrémonos en Él, hagamos las debidas pausas, pensemos, expresemos ideas completas y no cortadas, llevemos un orden y dejemos que el Espíritu Santo nos ayude.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.