La pregunta es interesante, porque Jesucristo dijo que para el que cree todo le es posible. Pero también dijo otras cosas sobre la fe que deben tomarse en cuenta. De ahí la importancia de analizar todo texto dentro de un contexto para no volverlo un pretexto.
Es como cuando lees a la salida del supermercado un aviso inmenso que dice que reclames un helado gratis, pero no tomas la precaución de leer más abajo donde se especifica que debes mostrar el tiquete de cualquier compra que hayas hecho en ese lugar.
Si con sólo tener fe pudieras hacer todo lo que quisieras entonces Dios pasaría a ser un simple observador sin soberanía, o un sirviente que hiciera todo lo que tú le pidieras orando. Claro que la fe es ingrediente básico para recibir algo de Dios, pero, ¿cuál fe?
¿La que los motivadores confunden con el optimismo? ¿La de los psíquicos que mentalmente pueden imaginar un hecho y luego concentrarse para que dicha imagen se materialice? ¿O la de los religiosos que suponen que cierta fraseología o ritos producirán milagros?
No, ninguna de ellas, la fe de la que habla Jesucristo es la que proviene de Dios y la cual el mismo Dios pone en el corazón de un hijo suyo a través del Espíritu Santo. En teoría esto suena complicado, pero veámoslo en la práctica con el apóstol Pedro. En Mateo 16:19 Jesús le dijo a Pedro en el original griego:
“Estai dedemenon, estai lelumenon”,
Esta expresión, según eruditos como el desaparecido Dr. Francisco Lacueva, se debe entender de esta manera:
“Y todo lo que ates en la tierra, habrá sido atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, habrá sido desatado en los cielos.”
En otras palabras, Pedro no tenía un cheque en blanco para hacer lo que quisiera, para atar y desatar a su antojo, no, nunca. Lo que Jesús le estaba expresando a su discípulo era que él, Pedro, guiado por el Espíritu Santo, recibiría una fe sobrenatural de Dios que lo capacitaría para atar y desatar las cosas que previamente Dios ya hubiese atado y desatado en el cielo.
Debe tomarse en cuenta que el cielo siempre gobierna sobre la tierra y no al contrario. Es por ello que Pedro nunca se propuso sanar al cojo del templo en Jerusalén, ni resucitar a Tabita, ni convertir a los tres mil en el día de pentecostés.
El apóstol Pedro, al igual que Jesús y los demás apóstoles, nunca hizo milagros por él mismo, sino que dichos milagros los hizo el Padre, en la persona del Espíritu Santo, a través de ellos, descargando en sus corazones una fe sobrenatural por la acción del mismo Espíritu Santo.
Con ese tipo de fe, la que proviene de Dios, sí es posible obtener todo, porque es una fe que obra en la voluntad del Señor. La fe bíblica siempre se mueve sobre los rieles de la voluntad divina.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.