(Gálatas 6:9).
Insistir en hacer el bien puede cansar, molestar, irritar y hasta desesperar. Sobre todo si los resultados no se ven en el corto plazo y los que insisten en hacer el mal parecieran tener mejores resultados que nosotros. Pero para tales momentos en que dan ganas de tirar la toalla y cambiar de métodos pasándose del lado bueno al malo, el apóstol Pablo aconseja no cansarse, no desmayar, no renunciar a vivir haciendo lo correcto en la vida.
La historia del bambú chino es muy popular cuando se trata de ilustrar la importancia de la perseverancia. Después de sembrar la semilla pasan cinco años en que nada se aprecia. El cultivador puede regar y fertilizar con empeño pero sus ojos no advierten ningún cambio durante esos diez semestres, justamente lo que puede durar una carrera universitaria.
No obstante, de manera latente, esta especie de gramínea, que apenas ha tenido un lento desarrollo de un diminuto brote a partir del bulbo, ha estado creciendo de manera subterránea, imperceptible, forjando una maciza y fibrosa estructura de raíz que se extiende vertical y horizontalmente por la tierra.
Pasado el quinto año, este acero vegetal, como también se le conoce, de repente, en sólo seis semanas, se da un estirón tal que su altura puede llegar a alcanzar los 30 metros. La pregunta típica que se hace la gente es: ¿Creció 30 metros en cinco años y seis semanas o en seis semanas solamente? Y la respuesta es: en cinco años y seis semanas.
Sí, la planta estuvo creciendo cinco años de manera subterránea, invisible a los ojos humanos. Y seis semanas sobre la superficie terrestre, visible a los ojos humanos. ¿Qué hubiera pasado si durante esos 10 semestres, tiempo que puede durar una carrera universitaria, el sembrador hubiese renunciado a su tarea diciendo:
Ya me harté, me cansé, no doy más, aquí no se ve ningún resultado, se acabó esto?
Pues se hubiese estropeado el crecimiento de la planta y no se produciría nada. ¿Por qué razón vas a desistir de seguir orando a Papá Dios por esa necesidad que tienes? ¿No será que el Señor ya contestó y la respuesta se ha ido gestando de manera invisible sin que te des cuenta? ¿Y por qué renunciar a estudiar? ¿Y por qué vas dejar de entrenar? No te canses de hacer el bien, mejor para y cobra aliento, pero no renuncies.
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Tomado de:
«Devocionales en Pijama”
de Donizetti Barrios
Derechos reservados de autor.